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miércoles, 14 de marzo de 2012

HOGARES ENCENDIDOS-FOTOGRAFIAS

Mundos ajenos y en las sombras

Cuando cae la noche y las luces de las ventanas son como pantallas de cine, Luján Candria “espía” la vida de la clase media porteña.

POR Marina Oybin




Son escenas robadas de ventanas de edificios cercanos. La cámara apunta, dispara y devuelve una imagen que es posible definir como voyeur estetizante. No hay intimidad brutal. Y hasta uno podría transformarse en voyeur ocasional, involuntario, diría alguien, ocultando ese deseo de mirar las ventanas ajenas que la cámara de Luján Candria viene a satisfacer.

Esas imágenes cotidianas, capturadas por la noche e iluminadas por luces frías o cálidas de la metrópolis, siempre teatrales, resultan hipnóticas: sugieren más de lo que muestran. Se apropian de un fragmento de vida que quedó expuesto.

En las diecinueve fotografías que integran la instalación “Hogares encendidos”, y que se exponen estos días en la galería Angel Guido Art Project, cada una de las cajas con fotos contiene leds que potencian esa luz que alguna vez fue real.

En esos recortes del paisaje urbano nocturno, lo narrativo pasa a segundo plano para poner en el centro de la escena a esa luz que esconde huellas, fragmentos, personajes fuera de foco. Con esos indicios, se desata el enigma y se arma la composición final. “Como en la pintura barroca, una fuente de claridad descubre algo que sucede en medio de la sombra: la fotografía se presenta entonces como epítome de aquel estilo que en el siglo XVII abandonó la esencia por el acontecimiento, la totalidad por la parte, el razonamiento lógico por la empatía emocional”, escribe Valeria González en el texto del catálogo.

Con esculturas, pinturas, videos y fotografías, hace tiempo Luján Candria viene poniendo el foco en la luz, los reflejos y las transparencias. Se metió con objetos ensamblados y vidrio, siguió con tintas, aguadas y pinturas. Y ahora, esta última serie, cuenta, devino obsesión: no le alcanzó la vista desde su departamento de Zona Norte o la de su taller en Villa del Parque (los sitios desde donde filmó y tomó la mayoría de las fotografías), inevitablemente cada vez que iba a casas de amigos o a reuniones miraba las ventanas-cuadros de los edificios cercanos.

Al recorrer la muestra es posible recordar ventanas bien diferentes a las de Candria, como la de “La casa de los inquilinos”, aquel collage con fotografías tomadas en distintos años y sitios donde Robert Doisneau nos acercó a la vida de los sectores populares: la pertenencia de clase determinaba la disposición espacial de las familias en un edificio de departamentos. Doisneau invita a espiar: cada ventana del collage contiene una foto de un hogar donde uno se topa con la intimidad de los inquilinos y de los encargados del edificio. Por ahí desfilan Claudio, el estibador, recostado, fumando en la cama de su pequeña habitación mientras contempla las paredes empapeladas con imágenes y dibujos de damas desnudas; Madame Lucienne, en el comedor junto a su familia (ella reconcentrada en la costura, su marido escuchando la radio, sólo el chico mira de frente a la cámara descubriendo al intrusivo fotógrafo); Monsieur Dassonville con su pato; el señor Salkhazanoff en un humilde altillo cuidando a sus tres bebés. Entre esas fotos, como contraste, Doisneau planta la de un elegantísimo consultorio médico (y vuelve a reforzar las diferencias al interior de la escena con un hombre de zapatos gastados y una dama con visón).

En cambio, en las fotos de Candria, los personajes son más bien anecdóticos, acaso intercambiables. Los departamentos que captura –todos pisos altos, a la calle– condensan la tranquilidad nocturna de una clase media acomodada. Uno descubre un extraño ángulo que dibuja la luz, un cuarto en sombras con las persianas bajas que apenas dejan ver unas piernas, livings con decoraciones que parecen calcadas, ambientes que parecen calcados, parejas aferradas a la penumbra, figuras fuera de foco, difusas. La luz cálida o fría resulta enigmática; la vida de esos vecinos cercanos, gris, silenciosa.

En “Luminaria más Luminaria nocturna”, un video digital en loop con sonido, la luz y la polis se vuelven pura abstracción y, al tiempo, extraña constelación. “En mi caso –dice Candria–, la edición forma parte del proceso creativo”. Las luces que iluminan la city se vuelven textura, larva, mariposa, vida efímera detenida. En la pared de enfrente, en “Medianoche” (un video digital con sonido también compuesto por la artista) el movimiento de la cámara y las luces evidencian una ciudad real. Es de noche, en ese microcosmos de hogares próximos donde habitan la luz y una inquietante serenidad.

FICHA
Luján Candria. Hogares encendidos

Lugar: Angel Guido Art Project, Suipacha 1217.
Fecha: hasta el 3O de marzo.
Horario: lunes a viernes, 12 a 20.
Entrada: gratis.

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